Monday, July 07, 2014

Pez para Puerto y los Furoshiki Book

Como resultado de la colaboración con Colectivo de Artistas y Mujeres Dos Rombos, las pasadas semanas tuve muchas oportunidades para reflexionar sobre la esencia del concepto de envoltorio que nos han legado los japoneses. Mis encuentros ocasionales con artistas españoles o europeos me recuerdan siempre las distancias todavía tan infranqueables que existen entre el modo de crear de los artistas occidentales comparado con la mentalidad del artista japonés. 

Es interesante observar cómo se produce la apropiación cultural de las formas tradicionales de Japón fuera de su contexto, en manos de mujeres de otra cultura o por gentes con una mentalidad contemporánea. El proyecto Furoshiki Book, ideado y comisariado por María Ortega para la feria Más que libros, abre una línea de exploración para que las mujeres europeas re-signifiquen su relación con su propia cultura textil –tradicionalmente femenina– independientemente de si son capaces o no de capturar la esencia del envoltorio japonés en tela. La intuición femenina en acción, siempre, siempre tan poderosa.

Durante este proceso de apropiación cultural, la profundización en los conceptos japoneses de envoltorio o de libro oriental fue escasa, pero en cambio existió una intuición algo febril y fabril –muy desde nuestra propia cultura– acerca del valor de los soportes textiles como una cultura alternativa a la del libro en papel. La aproximación de las artistas españolas al género japonés del furoshiki abunda en la idea de que las telas son textos y los textos tejidos, que hilamos o trazamos, que trabajamos en función de nuestra experiencia vital. En este sentido, se prestó una gran atención a encontrar tejidos que pudieran ser pintados y los pañuelos se estamparon para poder contar "relatos propios", de orden en casi todos los casos autobiográficos, aunque sin atender demasiado a los principios del diseño textil para una tela de envoltorio.

Los textos-objetos elegidos para ser envueltos eran, en su mayoría,  libros o cartas o cosas cotidianas que "podemos leer" por su alto contenido simbólico: un muñeco, una caracola, un ramo de novia, un nido de pájaro, flores recogidas del campo, textos que son pequeñas historias enmarcados en cuadritos,... estamos en plena era del alto romanticismo femenino. En casi todos los casos estos objetos elegidos para ser envueltos transmitían relatos muy sensuales y llenos de intimidad: los cuentos que nos contaban son más "de sensaciones" que con una lógica narrativa. Lo podemos ver en obras como las de Michiko Totoki, con su caja de madera, sin tratar y descubierta, llena de flores secas "que pinchan" en contraste con un suavísimo pañuelo de seda que las fotografía. O la de Amalfy Fuenmayor, envolviendo un pequeño nido abandonado con un gran furoshiki verde de auténtica seda japonesa, que quedaba casi vacío, pero que estaba profusamente intervenido en su cara exterior con objetos místicos que expresan renacimiento, suerte y renovación. La obra de Amalfy es una pieza llena de Vida –en sus vacíos de seda, plumas y papel– pero que parece querernos hablar de la Muerte. 

La realidad es que, desde la tradición japonesa, no a cualquier pañuelo pintado o intervenido le llamamos furoshiki. Ni cualquier pañuelo pintado se anuda de cualquier manera para que se convierta en una buena pieza de arte textil con la que envolver. Salvo contadas excepciones, entre nuestras piezas no había apenas riesgo en el acercamiento a la experiencia misma de los envoltorios: haciendo uso del diseño telas especialmente creadas para envolver o teniendo en cuenta, en los nudos, las formas finales del objeto atado. La obra de [.....] ... [....] es quizás la más audaz de todas las que abordaron la culturas respectivas del texto-objeto-pañuelo-libro. Se trata de una de mis piezas favoritas por su exploración de la estructura geométrica del cuadrado como unidad de pensamiento y formato artístico, tan habitual en casi todas las formas japonesas con pliegue.



Lo que pone en evidencia esta artista, con su meditación sobre el cuadrado adaptada al furoshiki, es que se trata de una forma estática, universal, eterna y muy tradicional, pero con una gran potencial para  el cambio y el dinamismo, lo que está por venir y lo que ocurre solo en forma de acontecimiento: al envolver un objeto y crearse una forma sobre ellos.  Me gusta también mucho que sustituya al textil tradicional por un textil contemporáneo –como son los plásticos y el metacrilato– tanto para el pañuelo como para el libro. Y que "incida" en ese gran pañuelo de plástico transparente con cortes, puntos y geometrías, que son la marca de la Abstracción que se inscribe sobre lo Invisible dando forma final a la Realidad (de un envoltorio palpable, en este caso).



El "libro de artista" de esta artista es un texto que es un "libro de plástico" (concretamente, un tratado de matemáticas sobre el cuadrado) que se puede leer a través de las páginas de ese libro tan peculiar en que se ha convertido el furoshiki (un pañuelo transparente). La artista ha sabido identificar una propiedad fundamental en la cultura japonesa tradicional del envoltorio: la idea que el furoshiki transforma los objetos y deja entrever formas abstractas (las de lo que contiene), pero llevándola al terreno de una expresión y una mente científicas, perfectamente europeas y absolutamente contemporáneas. El furoshiki de esta manera se ha convertido en un objeto transparente que "da forma" y se llena de cientos de vacíos potenciales "con forma" posible gracias a su estructura cuadrada pero llena de dinamismo.




Sin embargo, en general costaba entender que un envoltorio, como el pañuelo con el que se realiza, no es un objeto repetitivo ni un pañuelo pintado cualquiera, sino un acto único y un textil trabajado con una determinada intencionalidad que se relaciona directamente con la forma que cobra para ser texto y tejido una vez se ha manipulado para cubrir los objetos. Los pañuelos se diseñan en Japón para que manchen o pinten sobre las cosas de una determinada manera y en función de los nudos que se les aplican. A casi todas las artistas les faltaba hacerse conscientes de que no tenían por qué trabajar con estándars de envoltorio ya establecidos como parte del repertorio japonés del furoshiki, sino que podían y debían inventar sus propios nudos y en función de esos diseñar sus propios pañuelos. 

Para algunas de ellas tenía sentido explorar el cómo llevar y sostener, con una determinada intensidad emocional, un objeto preciado para ellas arropado por sus telas (un bebé, un ramo de rosas, las cartas de toda una vida, las libretas de notas...), pero el modo en que esto se hacía carecía en la mayor parte de los casos de "sentido" dentro de un lenguaje japonés, esto es, de un significado específico dentro de la cultura del furoshiki, de una ergonomía o un diseño especial. Eso no significa que las obras no tuvieran sentido, sino que los significados específicos que activaban operaban al nivel de una esfera muy occidental que todavía no acaba de sacar todo el potencial expresivo de la cultura del furoshiki. Ojalá que muchas nuevas mujeres puedan sumarse en el futuro al proyecto de Furoshiki Book para seguir ahondando en las posibilidades del lenguaje eterno del envoltorio.

Así que, para mi, la parte más excitante de todo este proyecto consistió no tanto en pensar cuál podría ser mi propia pieza, sino principalmente contribuir a acabar de crear (co-crear) y dar sentido a las piezas de mis compañeras con la creación de nudos y acabados de presentación diseñados especialmente para ellas. En este sentido esta exposición contiene realmente el potencial para un profundo trabajo colaborativo entre mujeres: "cómo lo anudas" tu no es lo mismo que "cómo lo anudo yo" y aprendemos juntas, unas de las otras. Presentamos este espíritu colaborativo en forma de acción con la Performance que ofrecimos en el Colegio de Arquitectos, dentro de la feria Masquelibros, el pasado 7 de junio Michiko Totoki y yo envolviendo, acompañadas del resto de las artistas que daban sentido a nuestro ritual.

Dos piezas resultaron especialmente satisfactorias para mi a nivel del trabajo de envoltorio. Fueron las de Amélie Leschamps y Puerto Collado. Ambas artistas traían objetos realmente sugerentes y muy bellos para ser envueltos (Amélie una pesada escultura africana de ébano, Puerto una gran caracola de mar). Y el pañuelo que habían creado para envolver sus objetos daba un muy particular relato "sensual", táctil y literario, a lo que quería ser expresado. Así que, sobre estas bases y teniendo en cuenta que los pañuelos ya venían pintados, traté de intervenir en que, con sus nudos, estos pañuelos contaran la historia que ellas nos querían contar de la mejor manera posible.



Puerto vino con un precioso pañuelo de seda que se escabullía de las manos, estampado con fondos marinos y las siluetas de unos peces que correspondían a los títulos de algunos de los libros "marítimos" preferidos de la autora. La obra de Puerto ha abordado ya numerosas veces la idea del mar por el orígen cántabro de esta creadora. Así que, empezando con un pañuelo de este tipo, le propuse a Puerto que, en lugar de atar la caracola de cualquier manera típica del repertorio básico, la envolviéramos de una manera que atada pareciera un pez, seguramente un gran besugo.



Creo que ha ganado enormemente en identidad e intención: que, gracias al trabajo de diseño en los nudos y en la forma en que hemos aplicado el pañuelo al objeto, ha cobrado mucho mayor sentido el envoltorio y el propio diseño textil que se había aplicado sobre la tela. Ganó en ergonomía (te permitía cargar la caracola como si fuera un gran pez) y ganaba en sentido del humor (se convertía de nuevo en un curioso objeto escurridizo, que no sabes muy bien por donde agarrar para transportar y que te obliga a llevar el gran pez con tus manos como si flotara o nadara por el mar del aire).

Gracias por tu pez, querida amiga artista. Espero que por fin haya encontrado su Puerto. 

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