Tuesday, August 25, 2009

Somos impresionistas




La gente me pregunta a veces que en qué me inspiro o de dónde surgen mis imágenes.

Normalmente el trabajo en papel es primordialmente imitativo. Imitamos la tradición (seguimos modelos heredados o diagramas pre-existentes) o imitamos a la naturaleza (nos fijamos en los animales y las plantas). Uno se parece a lo que uno origamista calificó de "origami para intérpretes". Uno es un mero ejecutante y lo hace humildemente, lo cual no deja de tener su mérito. Se puede ser un buen o mal ejecutante y un ejecutante que aporte y transforme lo que hemos recibido.

Pero también es cierto que, para crear, las imágenes nacen muchas veces de lo que uno ve o de lo que uno siente. Son como presentimientos, que se forman en la cabeza sin saber muy bien por qué.

Entonces, esta imagen de dos garzas enamoradas surgió de una emoción. Era también una impresión visual, la sensación de que algo debe tener un cierto aspecto si es que ha de responder a cierto tipo de sentimientos. Blancura, brillo, plumón vaporoso, transparencia, amorosidad... pero dichas con un ojo táctil. Y entonces trabajas el papel de una u otra manera para llegar a esas cualidades que quieres transmitir.

No obstante, yo diría que somos como impresionistas. Es decir, el trabajo en papel es esencialmente escultórico y presencial, vive de la luz en el espacio, pero lamentablemente la mayor parte de las veces nos vemos obligados a traducirlo en imágenes, a fijarlo en su ausencia como imágenes grabadas para la retina, pues existen tan pocos lugares y oportunidades en nuestro país para exhibir trabajos en papel, tan escasa es la valoración del papel como medio artístico.

Nos tenemos que conformar la mayor parte del tiempo con la suplantación o el simulacro. Nuestras propias falsificaciones, diseñadas para los ojos voraces de quienes lo quieren ver pero no pueden tocarlo. Tantos artistas, diseñadores o videoartistas contemporáneos haciendo absurdas incursiones esporádicas y absolutamente superficiales en el origami para fines efectistas; tanta fascinación por la imagen pulcra y mágica pero vacía del origami en la decoración, la moda, la arquitectura, la publicidad o el diseño.

Entonces no nos queda otra cosa que una cáscara de papel para los ojos, cuando en realidad todo lo importante es lo que queda recogido entre sus pliegues y hacia adentro del papel. Los que no son origamistas se fascinan con que para crear nuestras figuras no usemos ni cola ni tijeras, pero en lo que no piensan es en toda la "materia interior" que eso pide. Todos los pliegues y repliegues del exceso que hay de papel, que quedan en el interior para que tu puedas reconocer la silueta externa y el volumen y que con todo eso la figura aún se sostenga en su funcionalidad. Por eso el origami nunca será rentable para la fabricación de cosas con una visión utilitaria de la vida. De las cajas japonesas pasamos al troquel si queremos algo que no sea arte y no sea derroche y no sea un lujo para la vida.

Por tanto, nos queda la imagen y nos queda el cascarón, que es lo único con lo que conseguimos ser vistos y reconocidos, si es que se nos reconoce siquiera como algo que no sea una pura manualidad. Una imagen fijada de una figura de papel nada o poco tiene que ver con la materialidad del papel y con la esencia de su trabajo. Pero, aceptémoslo, nos queda la imagen de lo que es y no estará para hacer posible un diálogo de pieles y que quizás alguien vislumbre, alguien entienda, todo lo que en la fotografía de un papel se llega a hacer ausente.

No es difícil necesariamente doblar un papel, no digo que sea fácil del todo, pero lo que no es fácil en absoluto es transformar y traducir ese pliegue en una imagen que comunique lo que no va estar: su peso, su tacto, su presencia. No es obvio y no es inmediato como se llega a esa imagen una vez hemos acabado de doblar nuestra figura.

Además de ser origamistas, ¡ahora resulta que vamos a tener que ser fotógrafos para que se nos entienda! Que sepan fijar imágenes sugerentes e imaginativas, no insulsas y no repetitivas, en la mente de los que contemplan. Cuando la repetición es también parte esencial de lo que el origami es como tradición. Que somos primero de todo repetidores, ejecutantes, intérpretes, de una imagen o una forma anterior, que no inventamos nada si no es "lo expresivo" de cada pieza repetida e interpretada, algo extremadamente sutil y refinado como manera de llegar a crear.

Acaso entonces debiera ocurrir como lo que ocurre con esta pintura de Shau Tan. Un maravilloso ilustrador de libros sino-australiano, un genio del libro ilustrado pero antes o además un creador que ve con el lápiz y el pincel: pinta y dibuja con sus materiales. En cambio, su obra se tiene que conformar con transmitir en la reproducción, pálpito ausente. A mi me gusta la obra de Shau Tan. Vamos, de hecho, me gusta tanto que no me conformaría jamás con sus libros. Quiero sus pinturas. Quiero lo que fue. Aquí una bellísima imagen que escapa a toda reproducción. Como me gustaría tenerla, poder verla y tocarla. Evidentemente, una de mis fuentes de inspiración para lo que luego doblé.


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