Wednesday, February 13, 2013

La mala copia de tu maestro

Hay muchas personas –especialmente, las nuevas estudiantes de Origami que empiezan– que me preguntan a menudo qué pienso del trabajo de mis alumnas, principalmente en el área de creación de muñecas, que es una de mis líneas más intensas de dedicación personal a la creación de obra original. 

Normalmente suelo quedarme en silencio, sonreir y no comentar públicamente sobre estas cosas. Uno de mis maestros japoneses me enseñó una vez que si el labio superior de Buda dibuja una linea sonriente, el inferior está hinchado de dolor y de toda la Crítica de debe tomar o acallar acerca del trabajo de los demás. Así que prefiero no comentar estas cosas.

Pero es cierto que para los que se dedican seriamente al estudio del origami clásico esta es una pregunta importante que merece respuesta. Parte de lo que pienso sobre la creatividad en cuanto a las kami ningyo (la muñeca japonesa de papel) y el papel de las verdaderas maestras lo expliqué en una larga entrevista que fue publicada hace años, en el año 2008. En aquel momento dije, y suelo comentar en mis clases, que cada maestra se distingue por unas proporciones, un repertorio de personajes, posturas, pliegues y recursos específicos en el acabado de pliegues o peinados que caracterizan constructivamente sus trabajos a diferencia de las muñecas de otros creadores. Por eso podemos distinguir escuelas de trabajo porque las soluciones –los recursos  para una cabeza, el cierre del cuello o la caida de las mangas– no son los mismos de uno a otro maestro. 

Fundamentalmente, se trata de entender que hay maestros que han dedicado años y años de su vida a hacer una investigación sistemática sobre las formas originales con el objeto de poder fijar e inventar las posibilidades que renuevan una tradición inmemorial. Esto incluye normalmente resolver problemas técnicos, estudiar e inventar materiales, no solamente llegar a "formas bonitas", que esas las damos por supuestas sin tener que hacer nadie apenas ningún esfuerzo con tal de que uno esté mínimamente atento y sea respetuoso y pulcro con lo que la tradición le ha dado. Lo más penoso para el creador de estas formas es que normalmente lo único que observa y recibe de sus alumnas son ejemplares que son clonaciones de sus propias muñecas originales o tradicionales: más o menos bien resueltas, pero sin apenas capacidad de invención. Y de ahí a las imitaciones, usurpaciones y copias maestras va sólo un paso. No es distinto esto que los bolsos de Chanel. 


Pareja Samurai de Teresa Palomar 2011

Pero de vez en cuando aparece alguna alumna que hace descubrimientos serios, por supuesto. Es muy feliz y es muy agradable. Como las muñecas que me ha enviado esta mañana mi "alumna" virtual Alba Mora, especialmente interesantes por la manera en que aventuran la Asimetría sobre el dibujo con pliegues del kimono, en una figura que normalmente solo se admite como bella cuando es simétrica.

La principal diferencia entre el trabajo que nace de la verdadera inventiva y la mera, más o menos burda, imitación de tu propio trabajo de creación e investigación suele radicar en algo que es difícilmente definible pero claramente ético y vital. Ser capaz de crear algo verdaderamente nuevo es fundamentalmente un acto y un ejercicio de libertad. Solo las personas en quienes el juego creativo es y se siente verdaderamente LIBRE son capaces de inventar y alcanzar lo nuevo, la creación original, valga la redundacia. Sorprendentemente estas personas acostumbran a ser las que menos aspiraciones ponen en "dar salida" –económica, artística o profesional– al arte que están practicando.


Hina Ningyo de Alba Mora, 2013.

La mayor parte de los que te copian o los que te siguen con fines distintos a estos no son libres a la hora de crear. Están atrapados normalmente en un juego de vanidades hecho de imágenes bellas de sí mismos o de los objetos que tratan de imitar. Otras veces, apenas tienen una visión "utilitarista" y crematística del arte: usan el arte para ganar algo de dinero o para intentar descubrir o enmascarar, engañarse a si mismos o a los demás, sobre quiénes son a nivel de su profesión, misión o vocación. En todo caso, son esclavos de su ego, un ego que desea usurpar el espacio de belleza que creó antes el Maestro al que tratan de imitar. 

De todos estos trabajos el sensei solo puede decir públicamente que las piezas son "una mala copia de la obra de su maestro". Confusas versiones postmodernas en materiales pobres de estructuras del origami clásico como las que hace Desiré Rubio de Marzo (¡ay, la "cumbiera intelectual!). O bien piezas con aspiraciones metafísicas y estética feísta como las de Cecilia Cózar, en algún caso versiones de mis propias muñecas, de mi propia manera de exhibir o de mis ideas poéticas, que esta persona había visto ya ejecutadas en materiales nobles en exposiciones públicas o en mi propio estudio durante sus frecuentes visitas a mi casa. Quien conoce bien mi obra y mi trabajo y mi dedicación absoluta a todas estas cosas sabe lo que siento ante cada uno de estos "acontecimientos". La seriedad con la que valoro lo nuevo y la pureza con que rechazo una obra poco consistente o deshonesta.



Kami Ningyo de Cecilia Cózar 2012

En general el público español difícilmente puede enfrentarse a estas cosas con un ojo crítico. Carece de la cultura visual para distinguir las copias, imitaciones, clonaciones, usurpaciones o deformaciones del origami clásico o de un maestro original. Así que seguimos en Silencio dejando que hablen las Cosas y que sea el tiempo quien dibuje la Verdad del momento fariseo que nos ha tocado vivir.






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