Saturday, April 28, 2012

La flor de nuestro amor

....Peonías de la China, y de Persia un tulipán.
Cuando me dices te quiero, te quiero...

Juan Pablo Silvestre





En el interior de los libros se encuentran a veces las flores más hermosas. Pétalos de hojas que guardan los tesoros de una vida, tesoros de cada estación.

En el de Jardín del Edén, que tú me regalaste un día de los enamorados, yo encontré esta peonía. En el jardín de tu poesía que escribes, cultivaste la rosa de la China. Una flor generosa, exhuberante, la más bella y noble flor de todo jardín, según creen los japoneses, por ser una flor sin espinas.

Tu las puedes cultivar con palabras, yo con mis manos. Con mis manos hice florecer entre ayer y hoy esta pequeña peonía, que crece y crece en capas de pétalos ligeros y rosados, rebosante de vida y deseosa de amar.

Las damas antiguas se encuentran algo sorprendidas en su jardín de antaño: no esperaban encontrar una eterna peonía entre las hojas del Journal des Demoiselles.

En el Jardín del Edén, en cambio, nadie ya se sorprende. Se repiten eternas las estaciones y el florecer inmemorial de las flores: es un jardín que por fin ha olvidado el pecado original. Cuando no existe el pecado, todo jardín es siempre un vergel.

Los japoneses, en cualquier caso, son los únicos que no se sorprenden: son los únicos que en el pecado y la culpa nunca llegaron a creer.

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