© Origlam, oribana de rosas de papel
Casi todas las cosas que hoy se hacer.... creo que me las enseñó la madre de mi padre antes de que las supiera.
Cuando era pequeña recuerdo la sorpresa por las mañanas cuando, al levantarme, encontraba que mi abuela me había tejido o cosido un canesú para un vestido nuevo, o un delantal, o un sombrerito.
Cuando era pequeña recuerdo el gozo de llegar todos los veranos a pasar el verano con ella y descubrir nuevas diminutas sábanas, fundas de almohadón, alfombras y toallas tejidas o cosidas dentro de mi casa de muñecas, vestidos nuevos para las muñecas. Recuerdo salir con ella por las mañanas a comprar cintas bonitas para adornar y recoger mi pelo, que crecía, y que ella me lavaba y luego peinaba al sol por las tardes, sentada a mis espaldas en el balcón.
Pero lo que más recuerdo de todo era la emoción contenida cuando, si se me rompía la punta de tela de mis zapatillas de verano, ella cogía y me bordaba una flor. Por cada roto de mis zapatillas, una flor de colores que ella maravillosamente bordaba y, al final del verano, todo un jardín espontáneo a mis pies. Del dolor a la belleza, de la vergüenza al remedio, de mi soledad a su cuidado tierno.
Las zapatillas más bonitas del mundo: mis zapatillas rotas bordadas de flores por mi abuela.
No comments:
Post a Comment