El aparente altruismo del calculador-racional y el verdadero altruismo son dos rutas emotivo-cognitivas diferenciadas y que, en circunstancias propicias, producen resultados distintos: en ambientes de anonimato y carencia de incentivos el falso altruista, igual que ocurre con el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano, evitará ensuciarse las manos en un altruismo que no le reporta ganancia. Por el contrario, el genuino altruista actúa motivado por el sufrimiento ajeno, aliviarlo y consolarlo, aún asumiendo un coste personal irrecuperable y sin que nadie se aperciba de ello. Como explica el filósofo Thomas Nagel en La posibilidad del altruismo, no todo comportamiento es interesado, aunque existan comportamientos desinteresados que reciban un premio a posteriori. La clave distintiva del buen samaritano estriba en que su motivación consiste en "que un acto mío beneficiará a alguien más (lo cual) puede motivarme solo porque quiero su bien, o quiero algo que conduce a ello".
Jose Luis Herranz, "El altruismo en las catástrofes", El País, 21/08/2013
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